Pasa seguido que cuando estas dirigiendo una degustación de vinos, y comienzas a mencionar algunos de los descriptores aromáticos del vino que tienes en copa, te encuentras entre los asistentes con caras de incredulidad o frustración; por no creer que lo que estoy describiendo está realmente allí, o porque saben que está allí, pero ellos no lo pueden percibir. Entonces recurro a esta anécdota para romper el hielo, intentar que se relajen y que entienda que el análisis sensorial es algo que se ejercita, que es parte de nuestro entrenamiento y formación en la carrera de Sommelier, como pasa en cualquier otra especialidad. Y que es normal que al principio sea difícil ponerle nombre a los aromas que estás percibiendo en el vino.
¡A todos nos pasó!!, incluyéndome. Va la anécdota en cuestión:
Cuando comencé el curso de Sommelier y tenía que ir a las primeras prácticas de cata, mis profesores llevaban sus narices a la copa y describían los aromas que percibían en ese vino. Yo escuchaba incrédula, pensando: “no sirvo para esto, no siento nada… solo me parece que tiene olor a vinoooo”!!!!
Hasta que llegó ese momento inolvidable, cuando estaba en una de las prácticas de degustación y sirvieron un vino blanco: VOILAA!! En un segundo mi cerebro me estaba diciendo: PARCHITA!! (a.k.a maracuyá). Me quedé feliz y estupefacta en mi asiento, pensando que quizás si tenía las aptitudes para ser Sommelier y que iba a aprender poco a poco. Y así fue.